En realidad, no me gusta hablar mucho de política electoral ni dármela de brujo occidentalizado travestido en analista político, un título que sólo lo otorgan los canales de televisión, por cierto. Lo que yo quiero es chismear, comentar. ¡Ah pues!, ¿comentarista ahora? Los únicos comentaristas que yo conozco son los deportivos y ésos si merecen que les digan analistas. Pero bueno, qué se puede esperar de una gente que dice: “Aquí estamos en lo que es la apertura de la mesa electoral…”. Una exacerbación óntica (disculpen, es domingo). Me quedo con la muy castiza y rústica expresión “vamos a por un cafelito”, que uno siente que tiene un poco de errores innecesarios, pero es muy bella.
Dicen las malas lenguas, y la de @rhm1947, que no es muy bendita, que se armó una sampablera por la inclusión del verbo aperturar en el diccionario de la real academia española. Me llamó la atención el asunto, porque me gustan las palabras y sus historias. Sin embargo, me parecía bueno hablar de algo tan cacareado. Pero resulta, según una primera pesquisa internáutica, que la alharaca en las redes no es tan extendida. Es de aquende los mares. En España los únicos que han dicho algo son los que se ocupan del servicio de dudas online.
En todo caso, no me importa mucho qué digan en la RAE porque, al igual que Sabina y Serrat, soy republicano. Aunque yo más que ellos porque lo soy por nacimiento, pero no liberal. Incluso me gustan más algunos valores de las monarquías medievales y del incanato, como a Miranda.
Para terminar de decir lo que quiero decir de verdad, para contarles el chisme completo, que explica por qué la mayoría de quienes han opinado son de Venezuela: es porque la palabra la inventó una venezolana, a la que no le costó tanta sabiduría como a Caldera la palabra millardo. La jeva trabajaba de promotora bancaria, vivía en una quinta en El Adecal y estaba de muy buen ver. Me extrañaba mucho que una tipa tan sifrina tuviera que trabajar. Pero más me extrañaba cuando llevaba un cliente a la caja y me decía “el señor va a aperturar una cuenta.” Saliendo de la agencia le abrí la puerta preguntándole por qué decía aperturar. Se dio vuelta batiendo su cabellera Drene y con una sonrisa Pepsodent me respondió: “Luisito, las puertas se abren, una cuenta bancaria se apertura… es más…”, culminando la frase con un gesto glamoroso y una señal de opulencia frotándose los dedos de la mano derecha. Mientras se alejaba, con la mirada colgada en sus caderas ondulantes, pensé: Apertura lo que tú quieras.