Anteriormente ya hemos hablado de la importante que son los proteccionistas para apalancar esa cultura de amor, respeto y bienestar animal que paso a paso se está instaurando en las sociedades modernas. Pero acaso nos hemos preguntado todo lo que arriesga este personaje del montón por el solo hecho de dar lo mejor a su manada.
¿Quién no ha visto o ha escuchado alguna vez que una persona fue detenida por acumuladora de animales? Padecer el síndrome de Noé es uno de los tantos riesgo en el que puede caer cualquier proteccionista que no cuide de su estabilidad emocional y mental. Y cabe destacar, que lo que estamos del otro lado nada hacemos con estigmatizarlos, y arrojar etiquetas hirientes como “el vecino del poco e perros” o la “loca de los gatos”.
Para el que no lo conoce el Síndrome de Noé es el término coloquial usado para describir lo que, en psiquiatría, se denomina Trastorno de Acumulación de Animales. Las personas que lo padecen acumulan un gran número de animales en casa (perros y gatos, principalmente) sin poder proporcionarles los cuidados básicos. Se trata de una forma de crueldad animal encubierta por un aparente buen propósito de rescatar animales perdidos o abandonados. En realidad, el Síndrome de Noé es una enfermedad y constituye un grave problema de salud pública.
¿Pero qué puede arrastrar a que un proteccionista pierda su equilibrio emocional y por supuesto mental?
Maigualida Vargas junto a Roger Pacheco, ambos muy ligados al mundo animalistas por su trabajo como líderes de instituciones relacionadas con este ámbito, reflexionaron al respecto durante el programa Nevado en Radio.
Pacheco apunta que muchas veces los proteccionistas sufren de algo llamado “Fatiga por Compasión”. Y no es más que el cansancio que va consumiendo al proteccionista que muchas veces asume más casos de los que debería.
“Puede llegar un momento en que el proteccionista siente que su trabajo no tiene el impacto esperado, se agota en uno o varios casos complejos, se frustra cuando no salen las cosas como se espera y es allí cuando puede caer en un estado depresivo, o de apatía y de pérdida del placer por otras actividades o por socializar”, advierte Pacheco, director de animal naturales.
Por su parte, Vargas relata la presión que se vive muchas veces en los rescates complejos, y la emocionalidad que implica trabajar con animales y más aún animales maltratados, en situación de abandono, encontrarlos en muy mal estado. “Nuestros proteccionistas se exponen a casos sumamente fuertes donde muchas veces reina la rabia, luego la tensión y ansiedad por salvar esa vida y si en tal caso no se logra, puede que quedemos con esa sensación de frustración”, explica.
Sugiere que toda esa marea de emociones de una u otra manera deben ser balanceadas para no caer en extremos, y ser presa de los padecimientos. “Si nosotros estamos indispuestos, no tendremos la misma capacidad de ayuda, de atención, de resolución de los desafíos que se nos presentan en la cotidianidad”, agrega.
Como enfrentar el lado oscuro de proteger

Los especialistas coinciden en que la mejor terapia para un proteccionista es desconectar. Disfrutar de la vida sin culpa debe ser un hábito que el cuidador debe imponerse. Por salud para él y por el futuro bienestar de su manada.
Otra de las recomendaciones es saber tener límites, no encasillar su vocación con su vida. Es decir, habrá quien le ponga los gatos y perros en la puerta para que ese proteccionista se haga cargo, y aceptar esa responsabilidad es ya una forma de agresión. Es importante saber decir no, por salud mental y por bienestar de los propios animales que se tienen en casa.
Enfocarse en lo bueno, dar mérito a los casos que cerraron con finales felices y evitar hacer del dolor un negocio. Esto último es sobre todo para los y las proteccionistas que se la pasan exhibiendo en sus redes sociales a los perros y gatos ensangrentados para pedir recursos. “Está bien que de vez en cuando salga un caso complejo, duro, pero no puede ser que todos los días y a toda hora se exhiba a los pobres animales en condiciones precarias, eso más que empatía trae rechazo, porque la mayoría de la gente no quiere ver cosas que hieran su sensibilidad”.
Finalmente los expertos llaman a apoyar a los proteccionistas, a respetar su labor y a unirnos a esta sensible práctica, sin descuidar nuestro amor propio y nuestros demás intereses. “Un buen proteccionistas debe ser un ser integral, amar a sus animales como a él mismo. Ese es el mejor ejemplo de amor”, concluye Pacheco.