Para conseguir semillas de muy buena calidad se deben tener en cuenta las siguientes recomendaciones: los frutos seleccionados deben provenir de plantas que estén sanas, vigorosas y que estén libres de enfermedades o plagas. Eso es muy importante.
Deben cosecharse los frutos maduros (nunca pintones o verdes) que tengan el tamaño adecuado y que posean el color característico (morado) sin brillo o amarillento. Se toman los frutos y se abren por la mitad con un cuchillo o cualquier utensilio afilado que sirva para realizar el proceso.
Luego se le extraen completamente las semillas, se enjuagan y posterior a eso se coloca la pulpa de los frutos en un envase plástico (puede ser también de metal) se cubre con agua y se deja fermentar de tres a cinco días, de acuerdo a la temperatura del lugar.
Luego del proceso de fermentación se vuelven a lavar con abundante agua las semillas hasta que queden completamente limpias. Después se colocan en una lámina de zinc y se dejan al sol durante ocho horas para reducir la humedad de las mismas.
Es importante conseguir que el secado sea rápido para impedir el desarrollo de hongos que puedan afectar las semillas. Cuando se haya cumplido todo el proceso antes descrito, se pueden sembrar las semillas y ¡A cosechar!