Los saberes que atesoran nuestros abuelos están basados en experiencias que se adquirieron de manera empírica, muchas veces a través de la prueba y el error, pues no me imagino cómo sabían que durante la luna menguante es que debe sembrar cierto tipo de plantas para que sus frutos se den con mayor fortaleza, sabor y textura que en otra fases lunares.
Incluso, al momento de purgar a los niños, lo hacían siguiendo justamente los cambios del satélite natural del planeta tierra.
Sabían, además, qué plantas naturales usar para tratar ciertos tipos de enfermedades. Hago memoria de todo eso porque noto con preocupación que ese tipo de conocimientos, que durante muchísimos años se mantuvieron en las familias venezolanas, se están perdiendo.
La juventud se está inculcando de cosas sin sentido y dependiendo exclusivamente de lo que ve, o leen a través del internet, que, aunque no es malo, no enseñan igual.
Soy de los que piensa que se deben hacer conversatorios, video foros, charlas, o todo lo que sirva para masificar esas sapiencias pues servirían mucho, y más en esta época donde las medicinas están sumamente costosas. Darle ese valor agregado a los científicos empíricos y reivindicar lo que ellos han aprendido en todos los años de su vida es una manera de reconocer su saber.